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Isabel Alonso Matías

Periodista

Isabel Alonso Matías
37 años
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Madrid (28045) España
Status profesional
Freelance
Abierto a oportunidades
Sobre mi
Periodista con amplia experiencia en prensa escrita, tanto impresa como digital, y especialista en comunicación externa de empresa, con especial interés en PR y en la generación de contenidos.
CV creado en DoYouBuzz
Una mujer nunca será una inútil
19 may. 2019
Solo quedan unas semanas, unos pocos días para que nuestro hijo salga de mi cuerpo. Han pasado muchos meses, pocos para gestar a un ser tan complejo como es el humano, pero demasiados para la persona que tiene que llevarle dentro.

No han sido días fáciles, y eso que no he tenido grandes complicaciones físicas. Pero si algo tengo claro después de casi un embarazo completo es que estar 'preñada' no es bonito ni agradable ni tiene nada de mágico.

Más allá de las limitaciones del día a día a las que se enfrenta la madre gestante (alimentación, actividad física -maldito suelo pélvico-, prohibiciones...) los cambios corporales, más evidentes y dolorosos en los últimos meses, son demasiado duros.

Con esto no quiero decir que no valga la pena, querer un hijo y crearlo vale la pena. Escribo esto porque creo que es importante desmitificar este proceso tan natural y a la vez tan desconocido.

En las últimas semanas siento un cansancio irremediable. En un momento estoy bien y minutos más tarde me siento como si una apisonadora hubiera pasado sobre mi cuerpo. Supongo que habrá quien conviva con el cansancio en su vida normal, no es mi caso y por eso no sé gestionar todo esto que me está sucediendo.

Ayer, tras un episodio de estos, le comenté a mi pareja entre lágrimas que me sentía demasiado inútil, sin poder hacer planes de ocio convencionales, durmiendo más de 10 horas al día, cansada de no saber qué beber en los bares... Su respuesta me hizo reflexionar: "Cariño, esto que estás haciendo nunca lo va a poder hacer un hombre, eres increíble."

Justamente, horas después charlando con una amiga en su casa, le decía que no me asusta el parto, pero siento que es lo más salvaje que voy a hacer en mi vida.

No creo que la maternidad sea una asignatura obligatoria para una mujer. Es más, siento que es tan duro todo el proceso y lo que vendrá que me sorprende que aún sigamos teniendo ganas. Sin embargo, me enfada profundamente sentirme así, inútil, cuando lo que estoy haciendo es brutal.

En estos meses he tenido que enfrentarme a un despido antes de terminar el periodo de prueba, lo que me dejó sin paro después de más de seis años cotizados. Me vi buscando trabajos no cualificados para conseguir mi ayuda por desempleo y la consiguiente baja por maternidad -sin paro no tienes derecho a baja, claro-. Finalmente ese tema se resolvió, gracias a grandes personas que aún quedan en el mundo empresarial. Sin embargo, me he visto llevando mi cuerpo al límite. Siendo responsable de que un estado continuado de nervios, estar demasiadas horas sin comer o a pie quieto no eran la mejor opción para el pequeño que crecía dentro de mí. Pero eso es lo que me tocó.

Por eso sigo flipando con, a pesar de un entorno tan sumamente hostil para una mujer independiente y profesional, que decidamos ser madres. Ni yo misma me entiendo.

En cualquier caso, tras más de un año sin escribir, por fin he tenido energía para hacerlo. Con un bebé de más de 3 kilos en mi vientre y mil batallas ganadas en los últimos meses. Ninguna mujer es ni será nunca una inútil, porque lamentablemente, seguimos teniéndolo todo mucho más difícil y, no solo eso, sino que tenemos la mayor responsabilidad de todas.
Justicia machista
27 abr. 2018
El 8m fue un grito conjunto de las mujeres españolas en contra de un sistema que nos trata de manera distinta al hombre. Fue un basta ya emocionante y emocionado. Fue el inicio de una lucha que no va a cesar, ni si quiera ante golpes tan duros como el de ayer.

Este jueves 26 de abril de 2018, la justicia española (representada en varios hombres, claro), ha considerado que la violación de la Manada en los Sanfermines de 2016 a una mujer que no alcanzaba la veintena no fue tal. No. Fue abuso sexual.

Según nuestra justicia, la diferencia entre una violación y un abuso sexual es la violencia e intimidación. En otras palabras, si te fuerzan a tener sexo pero no te dan un bofetón es abuso, si no es violación. 

Pero, yo me pregunto, ¿no es intimidatorio que cinco hombres de más de 80 kilos de peso cada uno te rodeen de noche junto a un portal, te 'inviten' a entrar y te desnuden? Señores jueces: si esta mujer ha denunciado es porque no consintió, porque ultrajaron su intimidad de la peor forma que se puede hacer, porque la sometieron a una terrible vejación... pero, lo más importante, denunció porque sigue viva.

Estoy tan triste y dolida con esta situación... me parece tan injusta... que no sé ni cómo ordenar todo lo que quiero decir. Pero lo cierto es que creo que todas las que ayer nos manifestamos en distintos puntos de España estamos unidas por una determinación: si la justicia no nos apoya, empezaremos a hacer justicia por nuestra cuenta.

Con esta entrada solo quiero dejar constancia de que ya no voy/vamos a tolerar más.

Invito a todas las que lo lean a que lo piensen. Si ellos, los machistas, creen que siguen estando por encima de nosotras se equivocan. Vamos a armarnos. Aprendamos a defendernos, ataquemos al atacante y apoyemos a las que nos rodean para que hagan lo mismo. Si ellos no quieren ponerse a nuestro nivel, seremos nosotras quienes nos pongamos al suyo, pero eso, señores, es la guerra.

Creo que en unos días me habrá bajado el calentón y piense: "Menuda memez que escribiste". Pero lo cierto es que cada día me doy más cuenta de lo difícil que es que los hombres bajen de su trono. Aunque, queridas, bajarán. Claro que bajarán. Porque sin nosotras nada funciona y nos están apretando tanto que vamos a explotar de verdad.

Basta ya de poner el foco en la víctima. Basta ya de tratarnos como si fuéramos niñas a las que tutelar. Basta ya de intimidarnos por las calles. Basta ya.

Solo me queda decir a la mujer violada por esa panda de machistas malnacidos: no estás sola y nosotras lucharemos para que se te haga justicia.


Ira
16 nov. 2017
Se está celebrando el juicio por la violación grupal a una chica en las fiestas de San Fermín en 2016 y solo puedo sentir ira. Una ira profunda cada vez más irrefrenable. Eso es lo único que siento cada vez que enciendo la tele o la radio para escuchar las noticias.


Los cinco hombres, presuntos violadores -porque hasta que no se demuestre que son unos malnacidos son simplemente presuntos-, han conseguido que el delito por el que se les juzga a ellos se convierta en la condena de la víctima. Menos mal que, por lo menos, no ha trascendido el aspecto de la muchacha…


¿Cómo es posible que se admita como prueba que la chica siguió, o al menos lo intentó, -porque solo alguien que ha padecido una violación puede saber cómo se siente la mujer- con su vida? ¿Acaso una víctima tiene que seguir martirizándose después del calvario al que ha sido sometida?


Además, claro que sí, lo que trasciende es que ella no dijo ‘no’. Estaba en shock, pero no dijo ‘no quiero que me violéis’. Como no lo dijo, todo vale. Porque, como siempre, la responsabilidad última de lo que nos pasa como mujeres es nuestra. Ya lo dice la campaña de prevención de consumo de alcohol en la adolescencia.


Para quién no sepa de qué le hablo, hay una campaña nacional en la que se evidencia la problemática del consumo de alcohol en menores. Hay de chicos y chicas. Uno de los que hacen alusión a las féminas dice algo así: “El abuso de alcohol en menores está relacionado con relaciones sexuales sin protección. Pero claro, tu hija seguro que no bebe”. Claro que sí, porque los embarazos y las enfermedades también son cosas de las mujeres.


Habrá quien diga que soy una exagerada, pero siempre que se hacen este tipo de campañas se obvia la responsabilidad del hombre. Es más, si ellos fueran corresponsables en cualquier tipo de relación con las mujeres, nada de esto pasaría.


¿Acaso es habitual que una mujer acceda a una relación grupal así? Pues cada una hará lo que quiera, pero no creo que sea la norma como para que el hombre no se cerciore al 100% de que la chica quiere. Porque no es lo de siempre. En este punto he de decir que esa certeza debería existir siempre, pero en este caso concreto clama al cielo.  


Aun así, seguimos fijándonos en la víctima. Igual que aquella a quien el novio mató a tiros. No hizo lo suficiente para protegerse, porque el Estado no tenía más que hacer, pero ella sí.


Es lo de siempre, por eso, si hay un aborto, la mala es la mujer, porque el embarazo parece que se produce por esporas.


Pero sigamos haciendo anuncios de juguetes en los que las niñas se pintan los labios con chocolate mientras los niños se disfrazan de vampiro. Sigamos vistiendo distinto a niños y niñas, aunque claramente los pantalones sean lo más cómodo. Sigamos haciendo agujeros en las orejas según nacen las niñas, porque si no quien la vea no va a saber que lo es. Y sigamos diciéndoles a ellas que tengan cuidado y a ellos que hagan lo que quieran.


No soy una exagerada, simplemente me da rabia ver cómo he crecido yo misma y pensar que si tengo una hija voy a tener que luchar contra viento y marea para que entienda que tiene los mismos derechos y deberes que los hombres y, lo que es más importante, que su palabra es igual de importante.



Quiero que las mujeres seamos iguales a los hombres y, aunque haya quien diga lo contrario, todavía nos queda un largo camino… 

Soy mujer, sufro pero me adapto
25 ago. 2017
La tinta del machismo sigue tan profunda en la piel de las mujeres, incluso de mi generación, que me hierve la sangre cada vez que escucho a alguien decir que el feminismo es una moda y que somos todas unas 'feminazis' -cuando los nazis, entre otras cosas, exterminaron a millones de personas, en fin...-.

Hace unos meses escuché al elenco de la serie Las chicas del cable que ellas "no son ni machistas ni feministas". Esto es como decir que no son ni de izquierdas ni de derechas. Ni frío ni calor. En otras palabras, les resbala el asunto y tratan de quedar bien a toda costa.

En ese momento no estaba yo con ganas de verbalizar mi rechazo hacia estas declaraciones, pero siempre terminan volviendo a mi mente -es lo que tiene que sean famosas y monísimas, que salen hasta en la sopa- . Así que este es un momento tan bueno como cualquier otro para hacerlo.

Señoras y señores, hoy, como siempre, sigue siendo fundamental que las mujeres y los hombres sean feministas. Hoy, las mujeres seguimos siendo educadas para, entre otras cosas, cuidar del de al lado, para estar a las duras y a las maduras y, sobre todo, adaptarnos.

Ese es uno de los grandes males de nuestra sociedad.

Ayer charlaba con una amiga. Ambas nos dimos cuenta de que no hay ni una sola mujer en nuestro entorno que no haya estado en una relación tóxica -para ser justas, creo que mencionamos a un par, pero son la excepción-.

Hablando de este tema nos dimos cuenta de que al final, igual que pasa en la famosa novela 50 Sombras de Grey, el cuento es el de siempre: mujer que acepta y asume lo que sea con tal de salvar y acompañar al hombre amado. Lo que sea. Que hay que dar pasta para vicios, se da, pobre, yo le iré ayudando a salir de eso. Que hay que acceder a un modelo de relación concreto, claro que sí, de eso se trata, de ser modernas -aunque aún no sepamos qué significa-... todo ello siempre acompañado de nuestro sufrimiento, pero no del del otro. Nosotras estamos hechas para sufrir y son ellos quienes tienen que ser protegidos -y esto no es solo aplicable en relaciones de pareja, nos pasa con amigos, familia...-.

¿Pero qué pasa si nos viene de serie? O peor, ¿si nos viene de serie y ni lo sabemos?

Este tema es muy espinoso, porque estamos más perdidas que pulpos en garajes. Resulta que nos sale natural y nos pasa a todas, pero al final nosotras somos las responsables de que nos pase lo que sea. Ellos no, los otros no. Nunca. Aunque tengan actitudes abusivas, porque en el fondo, somos lo suficientemente listas, independientes, libres y maduras para plantar cara a todo eso.

Creo que todas aprendemos de nuestras experiencias, mal que nos pese, pero sigue siendo nuestra labor. Y esto se extrapola a tantas cosas en el día a día que asusta. Como, sin ir más lejos, los malos tratos. Seguimos dejando en manos de la mujer toda la responsabilidad. Pero no es un tema en el que quiera entrar, al menos no hoy.

Lo peor, y creo que es el punto central de la cuestión, es que muchas veces no sabemos ni qué es lo que queremos, y nos dejamos llevar por lo que nuestros entornos opinan, para proteger a todo el mundo, para cuidar todo a nuestro alrededor. A menudo nos enfrentamos a deseos que se contraponen, no entendemos nada y nos aterra tomar decisiones. ¿Acaso es malo que me apetezca estar con mi pareja siempre que pueda? O, al contrario, ¿que quiera tener mi tiempo para mí? ¿Es malo que no quiera pasar mis fines de semana en familia? O, al contrario, ¿no soy moderna y libre si mi familia lo es todo? ¿Soy una anticuada si no me acuesto con él esta noche? ¿Qué pensará de mí si le propongo que venga a casa en la primera cita?

Da igual, si sufrimos, que lo hacemos, siempre es cosa nuestra. Hagamos lo que hagamos, siempre podríamos haberlo hecho de otra forma. Pero esto, queridas y queridos, es algo que solo -o casi- nos pasa a las mujeres.

Creo que esta realidad debe tenerse en cuenta. Hombres y mujeres. Todos y todas. Sin un compromiso de todas las partes, es imposible cambiar nada. Yo asumo mis taras en este sentido, me miro y cada día me conozco más, pero sin la aceptación y el apoyo de los demás no conseguiré dejarlas de lado. Tú tampoco.
Día de la mujer, porque sí que hace falta
08 mar. 2017
Hoy, 8 de marzo, es el día de la mujer, o el día de la mujer trabajadora, me da igual, el caso es que es el día en que todo el mundo se detiene un segundo a valorar cómo está el asunto en tema de igualdad. Es el día en que se hace recuento de las asesinadas por violencia machista, de cuán elevada es la brecha salarial, de cuánta publicidad promueve el ideal de belleza más absurdo. Hoy es el día.

Por eso hoy también tengo que escribir. Escribo porque estoy cansada de tener que defender, tanto ante hombres como mujeres, que nuestra sociedad es machista. Nosotras y ellos.

Ellos lo son siempre, nosotras casi siempre.

Un hombre nace y crece sabiendo que puede comprar el cuerpo de una mujer, que puede llegar donde quiera en su trabajo, que alguna mujer le dará atenciones o mimos, que su opinión va a ser valorada y, sobre todo, que su libido, sus infidelidades, sus 'a esa también me la follé' son todas innatas y símbolo de una buena salud como macho.

Por el otro lado, las mujeres crecemos aprendiendo a limpiar la casa, a empatizar y proteger a quién nos crucemos, a cuidar bebés, a cocinar con las cuatro cosas que hay en la nevera. Aprendemos que nada es suficiente, que siempre tenemos que trabajar más que cualquiera para tener un mínimo reconocimiento, que no podemos ser 'muy frescas' porque ningún hombre nos va a tomar en serio para formar una familia, que ningún momento es bueno para tener hijos, porque nos va a bloquear nuestro desarrollo profesional. Nos hacemos mayores enfrentándonos cara a cara con el suplicio de las tallas absurdas de las marcas de moda, depilándonos incesantemente porque 'qué asco da una mujer con pelos en las axilas', ocultando nuestras batallas internas relacionadas con unos cambios hormonales que no podemos controlar, sabiendo que con falda corta y tacón alto todo va a ser más fácil, y mucho más si sonreímos ante cualquier piropo por denigrante u obsceno que sea.

Lo peor de todo es que crecemos viéndolos a ellos como superiores y a ellas como rivales. Somos implacables las unas con las otras, somos nuestras peores críticas y nos despedazamos sin pestañear. Esta sociedad, en la que el pene es el centro de todo, ha conseguido que no nos unamos para empoderarnos, sino que nos ha enseñado a alejarnos unas de otras, y ese es nuestro mayor problema, que somos incapaces de cuidar de nosotras. Somos las primeras que ponemos en tela de juicio las acciones o las decisiones de otras mujeres.

Por eso hoy, 8 de marzo, yo felicito a todas las mujeres que viven encerradas en una jaula sin saberlo, a aquellas que saben que están y quieren salir y, sobre todo, a esas que antes de salir ellas se empeñan en ayudar a otras a que lo hagan.

Feliz día de la mujer.
Cuba ya no es lo que cuentan
24 ene. 2017
Todo aquel que ha viajado a Cuba sonríe sistemáticamente antes de comenzar a hablar. "Te va a encantar, son súper atentos y cálidos", empiezan, "igual intentan que les regales algo como geles o bolígrafos", continúan, "pero tienen sus necesidades básicas cubiertas", terminan. Pues lo dicho, Cuba ya no es lo que cuentan.

Acabo de regresar de un viaje que hacía mucho tiempo tenía ganas de hacer, visitar la isla de Cuba, el último reducto del 'comunismo' que queda en el mundo, un lugar tan romántico -del romanticismo, no de amor, que nos liamos- como exótico, y tengo dos sentimientos enfrentados:

1. Ha sido una aventura genial 
2. No es lo que me habían contado 

Ha sido genial porque ha sido distinto y, sobre todo, complicado. No queríamos un viaje organizado, el típico paquete, vaya. Así que, en ese sentido, puedo decir que ha sido toda una aventura. 

Abandonar el confort de los guías de viajes, los chóferes y los hoteles occidentales es fácil a priori y muy complicado en la práctica. Puede hacerse, pero en este caso, a golpe de talonario o rebozándote en el fango -cosa que no puedes hacer viajando con maleta-. Y aquí llega mi segundo pensamiento.

Ideamos un viaje que dejara espacio a la improvisación, jugando la baza de la naturaleza del cubano -acogedor, cálido...- para conocer una Cuba más real, sin todas las comodidades de los tradicionales paquetes vacacionales y así ha sido, pero no para bien, sino para volver con un sabor agridulce. 

Antes de seguir quiero resaltar que sí hemos conocido bellísimas personas, que nos han animado cuando más falta nos hacía, que nos han ofrecido su sonrisa si esperar nada a cambio. Pero puedo contarlos con los dedos de una mano. 

La Habana es un campo de batalla en el que los buenos lugareños, en la mayoría de los casos con empleos que les aportan entre 30 y 40 euros al mes, despliegan todos sus encantos para sacar tajada del despiste y la buena fe de los turistas. 

Eso no dista de lo que nos contaban, el problema surge cuando esa tajada es prohibitiva; cuando la única opción para llegar a la ciudad desde el aeropuerto es pagando 30 euros o discutir durante media hora con una docena de taxistas; cuando una cerveza de lata para tomar en la calle cuesta 2 euros; cuando una noche de hotel regulero -al final tuvimos que ir a uno- no baja de los 100 euros.

En honor a la verdad, sobre todo en el tema del alojamiento, he de decir que era temporada alta, ¿pero cuándo no es fiesta? Tendría que ir en otro momento para comprobar esto... 

Pero sigo, la gracia de comprar puros de mentira perdiendo unos eurillos es historia, ahora te piden sin vergüenza alguna 80 euros por 20 unidades. El "invítame a un mojito" no baja de los 5 euros por cabeza. 

Y así todo.

La circulación de dos monedas, la suya, más barata, para proteger su economía local, junto a una con un precio similar al dolar, ideada en un principio para los turistas es un problema, sobre todo para ellos. Su afán por poder comprar un billete de avión -que ahora sí pueden- es tal que ya no se conforman con menos. Pero ese ansia por vivir otras realidades ha destrozado la suya. 

Antes no podían utilizar la moneda de los extranjeros, lo cual les impulsaba a pedirte lo que buenamente pudieras ofrecerles. No digo que fuera lo bueno, era otra cosa. El tema es que ahora, cualquier cubano con un coche puede ganar más dinero en un mes que un periodista español de menos en la treintena con mucha suerte.

He de decir que, al encontrarnos con esta nueva realidad, hemos sacado a relucir nuestras armas de buscavidas y ha sido esta una de las razones por las que me refiero a este viaje como una aventura. Movernos en los autobuses Viazul -que no son oficialmente para turistas, pero que sí lo son, el viaje más barato cuesta unos 10 euros- y ver cómo el chófer para en medio de la autovía a comprar alfombrillas; comprobar que los horarios se cumplen, sorprendentemente, porque tienen en cuenta 'el ritmo cubano'; caminar y caminar por La Habana para descubrir cada rincón y dejarnos llevar por algún que otro gesto de un amigo que acabamos de conocer. Esto también ha sido Cuba.

En resumidas cuentas, no sé hacia dónde irá todo esto, si es que va para algún lado, pero lo cierto es que recordaremos este viaje durante toda la vida, para bien y para mal. Y para ser sinceros, aunque ya no es lo que 'nos habían contado', es un país muy especial que merece una visita. 


Un día que empieza muy mal
19 oct. 2016
Mi día comienza mal, muy mal. Es miércoles, curro hasta la noche y la app del tiempo de mi iPhone dice que es nuboso pero no dice ni mu de la lluvia.

Pillo moto y salgo con relativa calma. La moto me pone en el trabajo en cosa de 15 minutos... Pero no, sorpresa, la app del tiempo mentía y llueve como no ha llovido en meses. Dudo. ¿Sigo o guardo el caballo? Bueno, parece que va a ser cosa de poco. ¡Error! Parece que veo a Hugo diciéndome "te lo dije".

Pero soy tozuda, me pongo un chubasquerillo de los chinos y sigo. Sigo hasta darme cuenta de que no tiene sentido, son las 8,50, estoy empapada y tengo por delante demasiadas horas de curro como para estar mojada.

Me vuelvo a casa. Juro en arameo, inglés y alemán -na, me cago en todo pero en español, que es como mejor se me da-, llamo a mi jefa para informar de mi retraso, me cambio de pantalón y agarro un libro que hace tiempo ronda mi mesilla. Me lo prestó mi hermana, pero estaba tan inmersa con la saga de la Fundación de Asimov que no había tenido ocasión de empezarlo.

Llego al metro. Sigo enfadada, o peor, cada vez más enfadada. ¡Qué mierda de inicio de jornada!

Leo uno de los relatos que aparecen pegados por los vagones de Metro de Madrid. Hablan de amor y pasión, de mañanas en las que el desayuno es el compañero o compañera. Me relajo y decido empezar a leer. 'Memento Mori' reza la portada. Pienso en mi hermana "léelo, te va a gustar, estoy segura", dijo en su día. Abro la primera página y aparece un mapa esquemático de Valladolid. ¿Valladolid? Eso parece. El autor es un muchacho de la ciudad donde nací.

Así que empiezo por el prólogo y me gusta. Michael Robinson dice algo en él que me evoca a un pasado no muy lejano. "Escribir bien es harto complicado, inalcanzable para muchos me atrevería a decir". Esa sentencia me libra del enfado de un plumazo y me devuelve al yo de hace un año, al yo de hoy, al yo. 

Saco el móvil y en las notas comienzo este post. Llevo tiempo pensando en tatuarme la palabra 'escribe' bien visible, para recordármelo cada día, para insistirme. Escribir me ha llevado a conseguir mi trabajo y escribir me ha ayudado a crecer, a conocerme y, sobre todo, a darme a conocer.

Hace no mucho alguien me comentaba lo mucho que había cambiado mi vida en poco más de un año. Justo entonces estaba tratando de escribir la que habría sido mi primera novela. Eso no sucedió, pero pasaron muchas otras cosas. Quizás un día lo haga. ¡Quién sabe! Por lo pronto debo seguir insistiéndome en escribir, al fin y al cabo es una de las cosas que me hacen ser quien soy.

Este es mi propósito de la vuelta a la rutina. Espero cumplirlo.
Porque hombres y mujeres ya somos iguales...
06 jun. 2016
Hace meses que no me dejaba ver por aquí, lo sé -por lo visto cada vez me urge más tatuarme la palabra 'escribe'- pero hoy he conseguido sacar 5 minutos para protestar. Sí, hoy toca queja y enfado.

Revisando las redes sociales, me ha saltado un artículo que estaba siendo muy comentado y al cual no quiero linkar para que nadie vaya a leerlo, al menos no quiero ponérselo tan fácil a ese periódico. Hoy en 'no somos machistas, el feminismo es una cosa del pasado' sumo el sesudo reportaje de El Español, ese diario tan novedoso y tal y tal, en el que habla de las 'candidatas más seductoras para el 26J'.

Creo que no hace falta que explique de qué va, ¿no? Bueno, básicamente nombra a políticas de distintos partidos políticos que saldrán en listas por primera vez en estos próximos comicios.

Sé, porque he trabajado en medios, que hoy lo que prima en un diario es el clic. Es decir, cuando una noticia es más visitada se aumenta el tráfico a la web lo que la posiciona mejor, aumenta el tráfico, bla, bla, bla. De ahí los innumerables artículos de 'top 10' de cosas. Y de ahí también este tipo de artículos, que cosifican a la mujer porque a los hombres les gusta curiosear y a las mujeres, tristemente, criticar.

¿Qué es antes, el huevo o la gallina? Me enfado al ver este tipo de artículos hablando de mujeres cuando nunca se hace lo mismo con hombres. Nunca se opina del novio o marido de alguna política por la ropa que viste, o si tiene o no unos kilos de más. NUNCA. No nos engañemos.

Precisamente por eso hay quien piensa que el feminismo es algo del pasado, que la igualdad ya ha llegado, porque nos han hecho ver qué es tan normal este tipo de prácticas que ni las detectamos como machistas.

A las mujeres nos han hecho creer que es intrínseco en nosotras ser envidiosas con otras mujeres, criticar constantemente. A ellos, que una mujer debe cumplir unos parámetros para ser deseable, y casi nunca se menciona la inteligencia o la profesionalidad.

Ayer vi que se ha criticado fuertemente a Alicia Keys por afirmar que no va a utilizar maquillaje nunca más. ¿En serio? ¿Es motivo de reportaje que un roquero se ponga ralla de ojos? No. Sin embargo, sí lo es que una cantante deje de pintarse antes de salir al escenario.

Y así todo, señores y señoras. Así seguiremos teniendo que sentirnos -nosotras- juzgadas y bajo el punto de mira constantemente, porque es así, no es machismo, es así, natural. Por eso mismo es fundamental que se haga un 'top 10' de las nuevas mujeres que pueden llegar al Gobierno. Con un poco de suerte podremos, después, opinar sobre sus estilismos en el Congreso de los Diputados.
No puedo y no puedo
11 mar. 2016
No puedo. Es que no puedo. No puedo ver cada mañana las noticias y evitar apretar los dientes para tratar de contener las lágrimas. El 'problema' de los refugiados, como lo llaman en las altas esferas políticas me indigna, me duele, me revuelve el estómago, me hace sentir miserable.

Niños que cruzan en barcas con el único seguro de vida en forma de chaleco de plástico inflable que llevan nuestros sobrinos a la playa en verano. Ancianos que recorren miles de kilómetros arrastrando los pies apoyados en su andador. Madres y padres que ven enfermar a sus hijos por el frío y húmedo suelo que sostiene unas tristes tiendas de campaña del Decathlon que hacen las veces de casa en pleno invierno europeo.

¿Soy la única que se da cuenta de que estamos siendo corresponsables de una matanza a gran escala?

Se nos llena la boca hablando de las barbaridades que hicieron los nazis, esos monstruos, o Franco y sus secuaces en España, y sin embargo estamos cerrando la puerta a gente que ya no tiene nada más que perder que su propia vida.

Estamos dejando fuera de nuestras limpias calles a millones de personas que se juegan el todo por conseguir llegar a un lugar en el que las bombas y el radicalismo religioso les permita dormir, aunque sea en el suelo, aunque sea sobre una montaña de cartones mojados, aunque sea sin nada que echarse a la boca.

En Europa, los que se hacen llamar líderes han tardado semanas en decidir que no, que este suelo es nuestro y de nadie más, bueno, sólo de esos que traigan mucho dinero -si ese dinero se queda en Suiza o en otros paraisos fiscales nos da igual, lo que queremos es el dinero-.

Queremos al negro que haga ganar millones de euros con su destreza ante un balón de fútbol. Queremos al árabe que nos deje el petroleo baratito.
A todos los demás los queremos fuera.

Que paren el mundo que me quiero bajar, como diría Mafalda. Porque ya no me siento humana. Ya no me siento digna. Ya no me siento con derecho a dormir tranquila por las noches. Siento una impotencia tal que siento que cada vez todo merece menos la pena. ¿Para qué sirve el trabajo diario si no es más que para seguir formando parte de un sistema terriblemente injusto y miserable?

Hay que cambiar el sistema. Hay que luchar por abrir esas puertas. Hay que hacerlo y, lo peor de todo es que no nos queda casi tiempo. ¿Qué dices?
Ni hombres ni mujeres, personas
09 feb. 2016
El pasado domingo volvió Jordi Ébole con Salvados y nadie de los que vieron el programa quedó indiferente. Yo he de confesar que no lo vi entero, pero me uní en un momento clave, ese en el que una valiente víctima de malos tratos habla con chicos y chicas en un instituto sobre género. Es terrorífico.

Primero, los prototipos de hombre y mujer ideal físicamente, iguales en las cabezas de todos, como si de ideas inyectadas en vena se trataran. Ellos, más altos que sus parejas -mujeres-, fuertes, con tableta de chocolate y los ojos verdes, cariñosos y decididos. Ellas, rubias, con tetas enormes, una cintura más propia de una Barbie -de las de toda la vida, claro- , simpáticas y pacientes. Pacientes. ¿Pacientes?

Segundo, la vivencia de la víctima, que cuenta su horror, pero es consciente de su propia postura ante su agresor y, lo que es peor, la de la gente que les rodea. Ella se escudaba en la idea de que él iba a cambiar, que estar junto a ella le iba a hacer mejor persona. Los demás no veían en él comportamientos preocupantes, porque prohibir a su novia llevar tacones que la eleven por encima de él es algo absolutamente normal...

Nosotras pacientes, guapas, sonrientes. Ellos fuertes, decididos, aventureros.

Basta.

Es siempre igual y lo peor es que hasta quienes creemos que estamos por encima de eso NO lo estamos. Hasta en las parejas mejor avenidas se repiten los mismos roles. Es muy difícil ver cosas distintas y eso, desde mi punto de vista -ya no hablo de violencia de género, porque eso es un tema mucho más dramático, ya que nadie tiene derecho a dañar a otra persona- se sustenta, casi siempre, en un consentimiento inconsciente por los dos lados. Por el de ellas -nosotras- que nos empeñamos en ser princesas desvalidas para nuestras parejas, y ellos porque tienen que cumplir a rajatabla el rol de caballero andante de reluciente armadura. ¿Por qué él tiene que ser bueno arreglando el grifo de la cocina y yo planchando? Ninguna, cuando empezamos en una relación, admitimos esto, pero lo cierto es que por algún motivo -la inercia social de roles- pasa que de repente él es el manitas, el que mejor conduce, el que no deja de trabajar si hay hijos y el que, por supuesto, siempre tiene ganas de sexo. Tú, yo, mujer, nos convertimos en unas amas de casa estupendas, que solo piensan en criar niños y en quejarse porque "con lo cansada que estoy como para tener ganas de juerga al acostarme".

Yo me niego. No quiero repetir esos roles. Quiero seguir siendo lo que he sido estando sola aunque vaya acompañada. Porque una cosa no excluye a la otra. Quiero reafirmarme como persona, sin género, sin comportamientos preestablecidos.

Creo que es hora de que todos y todas seamos conscientes de que aún existen diferencias de género en nuestros subconscientes y, precisamente eso, es el origen de muchos problemas, porque nos empeñamos en creer que ya está todo superado y no es cierto. Hombres y mujeres somos iguales sobre el papel, sí; quizás cada vez lo seamos más en el terreno profesional, vale. Pero no lo somos en el día a día. No lo somos cuando esperamos una reacción distinta de un hombre o de una mujer sobre un mismo asunto. No lo somos cuando asentimos con la cabeza al decir que una mujer está más guapa depilada. No lo somos cuando un hombre que no trabaja y cuida la casa es un calzonazos.

Hemos de trabajar mucho cada uno de nosotros para detectar esas 'taras' que tenemos de serie, por haber nacido con vagina o con pene, para empezar a cambiar la sociedad que nos rodea. Después ya vendrá todo lo demás.


Haz feliz en 2016
31 dic. 2015
Hoy termina otro año. Uno más. Solo uno más, aunque este, como los anteriores, también ha sido importante, mejor dicho, muy importante.

2015 ha sido aprender. Cuando ya creía que sólo me quedaba 'madurar', he descubierto que eso no es otra cosa sino seguir aprendiendo, pero sobre la vida. Madurar es encarar el futuro y no perder la sonrisa. Madurar es saber desapegarse. Madurar es descubrir que hay mucho por aprender aún.

Este año que acaba ha sido complicado. No por nada en concreto, sino por todo lo que no es concreto. Ha sido duro por todo eso que no se quiere decir, por eso que no se quiere hacer, por esas cosillas que al final terminan saliendo. Este año todo eso ha salido y he sobrevivido, no solo eso, sino que puedo decir que he sido feliz.

Aunque, a estas alturas sé que si este 2015 ha sido para aprender, el que viene será para llevar a cabo lo aprendido. Por tanto, no será fácil.

Entre otras cosas, en los últimos 12 meses he entendido que no deberíamos hablar de ser felices, sino hacer por ser felices. Por eso, no voy a desearos feliz año.

Para este 2016 os animo a dejar de lado la amargura, los malos pensamientos, los caminos sencillos y los quehaceres por compromiso. Este 2016 deseo que todos miréis, miremos más hacia nosotros mismos; deseo que, aunque sea por un segundo, aprendamos a ponernos en el lugar del otro; deseo que dejemos de lado las palabras que hacen daño. En definitiva, deseo que entre todos hagamos por ser y hacer felices.

Por todo eso, no voy a desearos feliz 2016, sino que os voy a dar todo el ánimo del mundo para que hagáis por ser felices y facilitárselo a quienes os rodean.


*Este post se lo dedico a esos que, aún sin pedírselo, hacen por que yo sea un poco más feliz. Gracias. 
Quiero perdonarme
11 dic. 2015
Ha llegado la hora de perdonarme.

En los últimos meses he estado trabajando en redescubrirme, en saber quién soy o lo que quiero llegar a ser, en mirar al pasado sin miedo y afrontar el dolor. Abrí la caja de Pandora de las cosas feas que estaba guardada en lo más profundo de mi ser y revolví entre la mierda.

Desde entonces he llorado. He llorado mucho, pero no por tristeza, sino por no parar de castigarme. En mis 28 años de vida, por primera vez he sido consciente del alto grado de exigencia que he generado para conmigo misma y que me ha llevado a normalizar hábitos dañinos que han llegado a atormentarme.

La autoexigencia han sido los culpables de que haya tirado la toalla, a veces, demasiado pronto. Cuando veía que no iba jamás a alcanzar la perfección en el ámbito de turno -deporte, educación, arte...- lo abandonaba repitiéndome excusas vacías que se convertían en reales. "No no, eso no puedo hacerlo, tengo vértigo". "Esto no me divierte en absoluto, no voy a hacerlo más". MENTIRAS. Mentiras que a base de repetirlas se convierten en verdades.

Es una pena llegar a darse cuenta de todo esto, pero creo que no es tarde. Creo que puedo aprender a perdonarme, igual que aprendí a hacerlo con los que me han hecho daño a lo largo de mi vida. Voy a aprender a perdonarme. Quiero perdonarme.
Vivir es actitud
09 nov. 2015
Quizás no tenga un sentimiento muy intenso de pérdida, porque lo cierto es que en los últimos años no tuve una relación muy estrecha con él, pero hoy siento una tristeza tal con la que no consigo parar de llorar. Ayer perdimos a mi primo Isma. Ayer perdimos a alguien que no debía marchar. Ayer perdimos a una de las personas con más ganas de vivir que he conocido nunca.

Tenía 20 años. Era mi primo pequeño de la familia de mi padre, el único más pequeño que yo por ese lado, el más pequeño de todos los Alonso.

Isma nació cargando ya con la enfermedad en su corazón -por no entrar a describir con un intento de términos que desconozco lo que le ocurría exactamente-. Cuando nació en Valladolid fue inmediatamente enviado a La Paz, y ese hospital se convirtió en su segunda casa.

Lo más curioso de todo, es que, a pesar de estar ingresado cada dos por tres, de tener un ritmo de vida muy lejos del que le tocaba por su edad, de ser consciente del dolor de su madre, su madre y sus hermanas por el desarrollo de su enfermedad, a pesar de todo eso Isma era tremendamente optimista. Era tan optimista que irradiaba luz. Era tan optimista que cualquiera que tuviera ocasión de conocerle se quedaba prendado de él.

Quería ser periodista -al menos hace algunos años- y, ¿humorista? Claro que sí. Aunque eso ya lo era, porque en ese optimismo, en esa búsqueda constante del lado bueno de las cosas, desarrolló una excelente capacidad para contar chistes y hacer pequeños monólogos.

No voy a entrar a describirle, porque, aunque me da pena, reconozco que no le conocía tanto,  pero para quienes lean esto y no lo conozcan de nada, necesitaba ponerles en situación.

Pues bien, a pesar de ser un tipo especial como ninguno, con una vitalidad fuera de lo normal y una valentía inconmensurable para decidir someterse a un trasplante de corazón en el delicado estado en que ya estaba, lo hizo. Isma luchó como nadie. Aún sabiendo los riesgos, porque los conocía y le asustaban mucho, pero no lo suficiente como para no intentarlo.

No salió como todos esperábamos.

Su muerte ha sido un mazazo para toda una familia y un pueblo que estaba convencido de que, como en otras ocasiones, Isma podría ganar. No fue así, ¿o sí?

Una plaza llena de gente ha sido la muestra de que en realidad Isma de alguna manera sí que ha vencido. Su lucha no ha sido en vano. Nos ha enseñado a todos que vivir es una actitud y él rebosaba actitud. Por eso todos hemos querido despedirle.

Siento haber pensado que podría conocerle durante más tiempo y no haberle prestado toda la atención que merecía. Lo siento en lo más profundo de mi ser. Pero hoy, como a veces, aunque no muchas, me he sentido orgullosa de alguien de mi sangre. Hoy me he maravillado de su fuerza y de la de su madre, padre y hermanas -y hermanos políticos, aunque no me gusta incluir político en algo tan bello como la familia- y me he avergonzado por esos problemas tontos que a veces nos hacen no ver lo afortunados que somos.

Yo escribo y hasta ahora no sabía que decir, por eso me he obligado a vomitar los pensamientos que llevan horas aplastándome el cerebro, esos que agotan, que provocan malestar. Lo he hecho porque es lo mínimo que puedo hacer ya a estas alturas.

Isma, este post es para ti, se me ha echado el tiempo encima para hacerte un hueco, pero ya está. De hecho, siempre estarás.
Reír
03 nov. 2015
Es curioso cómo nos olvidamos de las cosas más cotidianas y ni las echamos de menos.

Hace dos días Hugo -mi pareja- me miró sorprendido y sonriendo mientras me reía a carcajadas viendo una película. No era la más divertida, ni si quiera era lo suficientemente mala como para que me hiciera gracia. Era una comedia, sin más. "Nunca te había oído reír de esa forma", me dijo mientras él también sonreía.

Ayer tuve un ataque de risa. También con él o gracias a él, aún no lo sé. Pero lo cierto es que hacía años que no me pasaba.

Por cosas de la vida -o la vida misma, que es compleja de narices- hace tiempo que no soy la "niña risueña" que mi madre dice que era. Fui así y ya no lo soy -no lo era-. Creía que esa seriedad era fruto de ver y vivir la crueldad en las personas, de sentir la violencia del drama ajeno, de mirar más allá de la zona iluminada. Creía que era madurar.

Sin embargo, yo era consciente de que no todo podía ser de repente tan gris en mi corazón. Por eso comencé a plantearme preguntas para encontrar las respuestas y, por primera vez en mucho tiempo he vuelto a olvidarme de todo y a reír como una niña.

Ayer me di cuenta de que en el fondo de mi ser sigo siendo esa niña. Cuando se me saltaban las lágrimas de la risa, cuando paraba y el simple retazo de un recuerdo inmediato me hacía volver a reír sin parar y cuando por fin fui capaz de parar y sentía dolor en el abdomen.

Yo reía y vuelvo a hacerlo. No sé si hay un solo motivo o varios pero creo que empiezo a darme cuenta de que, efectivamente, aunque haya mucha mierda en el mundo, aunque nos pasen cosas horribles, la vida es única, preciosa y, sobre todo, corta, demasiado corta para no hacerlo.


Psicoanálisis de mí misma
23 oct. 2015
Hace semanas que peleo con las ideas preconcebidas de mí sobre mí misma. Sí, lucho con y contra mi yo real, el de verdad, la esencia ha encontrado un hueco para salir de lo más profundo del baúl, después de años y años echando basura encima, poniendo capas y capas de trastos viejos pero que me he negado a tirar y sin embargo, tampoco había vuelto a destapar.

Ha llegado ese momento y no está siendo nada fácil.

La pregunta fundamental, esa a la que he llegado tras horas de reflexiones, es la siguiente: "¿Quién soy en realidad?" O dicho de otra forma, "¿soy lo que soy o lo que creo que debo ser?"

Vivimos en un mundo en el que la mujer -hablo de lo que conozco, lo siento por el resto- tiene que ser un todo. Tiene que ser la mejor profesional, la mejor amante, madre, hermana, pareja, tía, amiga, colega... Y todo eso lo tiene que hacer bien y, entre tanto, cuidar su cuerpo, cultivar su mente y seguir las últimas series del momento. Eso, claro, si eres una mujer libre, independiente, moderna y autosuficiente.

Yo soy todo eso. ¿Lo soy o trato de serlo? ¿Trato de serlo porque quiero serlo o porque creo que es lo que debo ser?

Llevo años formándome, viajando, trabajando, conduciendo, conociendo gente, leyendo, viendo películas, haciendo punto, cocinando, yendo al gimnasio y así una lista innumerable de cosas que he convertido en hábitos de los que es muy difícil deshacerse.

Muchas de las cosas que he hecho ha sido porque he querido, he sido libre para elegir no hacerlas y las he hecho. No me arrepiento, ¿pero que haya hecho algo me convierte en ello? ¿Que haya disfrutado de viajar sola me convierte en una viajera solitaria? No lo creo.

Cuando leo mi diario de cuando tenía 15 años me doy cuenta de que he llegado a donde quería llegar. Bueno, menos a lo de trabajar como periodista. Pero, por ejemplo, ahora que no trabajo en un medio me siento más realizada que nunca. ¿Es eso malo? ¿Me he conformado? No quiero pensar eso, quiero creer que no deseaba tanto ser periodista y no pasa nada. No tiene nada de malo. No me convierte en peor persona ni, mucho menos, peor mujer.

Llevo años proyectando una yo que no es 100% real. Lo es en parte. Me chifla viajar, pero no quiero vivir en otro sitio, al menos no si no es por obligación. Me gusta mucho leer, pero me chiflan las novelas facilonas -sí, qué pasa, yo me leo los premios Planeta-. Me gusta el cine, pero las pelis 'culturetas' me suelen dejar mal cuerpo.

Soy parte de lo que he sido y he ido desarrollando con los años. Pero no sólo soy eso. También soy egoista, soy indecisa, soy poco juerguista y, entre otras cosas, soy dependiente. Dependo de mi familia, aunque ellos a veces no lo crean, dependo de mis amigos, aunque me haga la superwoman, dependo de mi pareja, sí, lo tengo en cuenta en mi día a día.

Nada de esto me convierte en menos mujer. Simplemente me hace más compleja. Soy libre, libre para elegir, por tanto ¿no es ya hora de que empiece a elegir lo que mi yo más profundo quiere? Ya soy lo que creía que tenía que ser, ahora tengo que ser yo misma.
Alegato en defensa de la filosofía
24 sept. 2015
Como si de una reunión de Alcohólicos Anónimos se tratara, me presento: "Hola, soy Isabel y soy de letras". Sí, lo reconozco, soy una adicta a entender los comportamientos humanos, a analizar el porqué de determinadas reacciones sociales, a ir más allá. Pero me temo que, además, ya es tarde para mí, ya no hay marcha atrás en mi camino hacia el descubrimiento de lo más profundo del ser humano.

Acabamos de ser testigos de la supresión de Filosofía de 2º de Bachillerato como asignatura obligatoria en los institutos españoles. "No sirve para nada, no tiene salidas", dicen. ¡Pobres ignorantes! -quienes lo afirman, porque se lo han creído, y los estudiantes que carezcan de ella en el futuro-.

Esa concepción de estudiar algo para ganar dinero es algo nuevo, creado por un sistema capitalista en el que el hombre nace para consumir no para vivir. Sin embargo, esa idea está ya tan extendida que da miedo. Da miedo porque empieza a dar fruto.

La idea de que algo que "no tiene salidas" -productivas en términos económicos- es menos válido es terrible. La educación, la cultura, el saber son una cosa, el trabajo es otra. ¿Acaso la historia tiene "salidas"? No, o al menos no las que un padre querría para su hijo, porque lo que se dice ganar dinero como historiador... Entonces, ¿cuántos años le quedan como asignatura obligatoria en nuestras escuelas? Pero, si no estudiamos historia, si no nos cuentan lo que han hecho nuestros antecesores en el mundo, ¿cómo podremos no repetir sus errores?

Con la filosofía pasa exactamente lo mismo. Si no estudiamos cómo ha ido evolucionando nuestro pensamiento hasta hoy, ¿cómo vamos si quiera a entender nada de lo que nos rodea? Si no entendemos la evolución filosófica del hombre jamás podremos entender que la sociedad se conforma de ideas arraigadas generación tras generación y que en la mayoría de los casos son así porque un poder -el que sea- lo ha querido así.

La ciencia dice, entre otras muchas cosas, que el hombre viene del simio. De acuerdo. ¿Qué cambió en los cerebros de esos primeros homínidos para separar por completo su línea evolutiva de la de los primates? El pensamiento. Genial. Y ahora vamos a eliminarlo. Vamos a borrar de nuestra educación lo que nos hace seres humanos.

Yo estudié letras, a pesar de que todo el mundo me dijera que iba a tirar mi vida a la basura. Ya entonces fui consciente de que el mensaje no era tanto "estudia lo que te haga feliz" sino "estudia lo que te de dinero". Por suerte, decidí seguir mi instinto. Mi amor por las ciencias sociales y las letras era mayor que el miedo a no tener una vida llena de lujos.

Sé que con 15, 16, 17 años estudiar filosofía puede resultar tedioso. En esas edades, filosofar no es algo que suela apetecer. Sin embargo, años después, con el tiempo y las experiencias vitales, esa base cultural se convierte en pilar fundamental para entender lo que nos va sucediendo y no volvernos locos -o volvernos locos por ser conscientes de que no somos dueños de nuestros actos, sino que somos borregos dentro de un grupo humano concreto-.

La filosofía ha sido la última asignatura que ha caído -se mantiene como optativa, es decir, que sólo la elegirán unos pocos-. Aún se mantienen algunas, lo que yo ya no sé es hasta cuándo. Así que cada vez serán menos los que desarrollen su capacidad de pensar y, por tanto, cada vez serán menos los que sean humanos.
Somos responsables
03 sept. 2015
En las últimas semanas siento una presión en el pecho que cada vez me oprime más el corazón, que hace que el dolor se convierta en lágrimas sin previo aviso, que me impide gritar, que me abruma. Ayer, miércoles 2 de septiembre, las redes sociales se indignaron con la imagen del pequeño sirio de tres años que yacía muerto en la orilla del mar Egeo. Desde entonces apenas puedo pensar con claridad.

Por un lado, siento una pena infinita por el drama que muchos, miles, millones viven cada día, a nuestras espaldas, en esa zona donde no queremos mirar, donde no llegan los móviles con cámara, donde vivir se convierte en sobrevivir. Sin embargo, me asusta la ligereza con la que la gente comparte esa imagen en sus muros. ¿Es realmente denuncia o es más bien morbo? O peor, ¿es que nos hemos acostumbrado tanto a estas escenas que han dejado de impresionarnos? 

Un niño, casi un bebé, tan pequeño, inofensivo e inocente. Un niño que no tiene que estar muerto.

Ahora ha sido esa imagen, pero la semana anterior fue la dantesca escena de aquellas personas descomponiéndose en un camión en una carretera perdida de Austria; hace un par, fueron las imágenes de la gente tratando de cruzar el Eurotúnel y antes, desde hace tanto que ya ni recuerdo el inicio, las pateras, los polizones en camiones, hasta los niños en maletas... Es todo un puto drama. Siento utilizar un lenguaje tan vulgar, pero siento que nada puede definir mejor lo que pasa. 

Sin embargo, sigo viendo en Facebook a la gente indignándose por una foto y olvidando al día siguiente. Así funcionamos. ¡Qué fácil es echar la culpa a las autoridades! Quienes sin duda son responsables de lo que está sucediendo, pero lo cierto es que en este drama todos somos responsables. 

Somos responsables cuando votamos a partidos que estigmatizan a las personas que buscan una vida mejor. Somos responsables cuando nuestro supuesto compromiso con los refugiados termina con un me gusta en Facebook y una oración indignada en nuestro muro de la red social de turno. Somos responsables al consumir de manera desenfrenada, al participar de un sistema que hace que cuatro lo tengamos todo y millones no tengan nada. 

Nuestra forma de vida, nuestra sociedad hace que niños como el de la imagen mueran cuando lo que tendrían que hacer es jugar, reír, saltar y dar el coñazo a sus padres. Nuestras comodidades y desarrollo son los responsables de muchas de las guerras que hacen que cada día miles de personas decidan dejarlo todo y caminar para huir del horror.

Los políticos son responsables, pero nosotros también. Quizás ya va siendo hora de empezar a salir de la zona de confort y tomar decisiones que cambien nuestras vidas para poder cambiar las de los demás. 
No fue tan fácil. Tampoco tan difícil
25 ago. 2015
No sé si yo soy la única mujer que tiene todas sus bragas destrozadas por las pérdidas de flujo debido al uso de tampones, pero desde luego, es un tema que me trae de cabeza, o bueno, me traía. Desde hace algunos meses me aventuré a utilizar una copa menstrual y ese es un problema que ya no tengo.

Pero no ha sido todo tan fácil tampoco.


Quizás es por la falta de hábito de interactuar con nuestra propia vagina –es curioso, muchas veces nuestras parejas las conocen mejor que nosotras mismas- o porque desde que somos adolescentes siempre hemos utilizado lo mismo y cada vez con un mecanismo más sencillo para que colocarlo sea prácticamente automático. Hablo de los tampones sobre todo.

Desde que tengo recuerdos, esos útiles han evolucionado hacia mini esponjas de algodón que introduces en tu cuerpo sin rozar ni un solo vello púbico. Así que de repente, te enfrentas a un aparato como una copa menstrual y te parece algo imposible de colocar. “¡Es un rollo! Tienes que meter los dedos, ¿no?”, me comentaba una de mis amigas cuando le dije que había empezado a utilizarla. Y, bueno, no nos vamos a engañar, las primeras veces es raro.


La copa se introduce doblándola a la mitad, así que al final no es tan grande como parece, pero sí que hay que introducirla un poco –pero muy poco, tiene que quedar colocada más cerca de la vulva que del cuello del útero, al contrario que los tampones- y sí, tenemos flujos, por lo que se te humedecen los dedos un poco también. La verdad es que yo antes utilizaba tampones sin aplicador. Hace tiempo decidí que el planeta no merecía esos plásticos extra por un poco de comodidad extra. Así que quitando que la copa, a la hora de ponértela, es un pelín más ancha que un tampón, todo eso de los flujos no me supuso un problema.


Pero, una vez colocada surge la gran pregunta: “¿Estará bien? ¿Se me saldrá? ¿Cuánto tardará en llenarse?” Pues aunque es inevitable hacerse estas preguntas, las respuestas serán en la mayoría de los casos “sí, no, mucho”.


Sí estará bien colocada si sigues las instrucciones. Lo que hay que hacer es introducirla doblada y soltarla. Cuando haces eso puedes tantearla con uno de tus dedos para comprobar que se ha desdoblado. Si es así debería estar bien colocada. Aunque, como todo en esta vida, puede que algo haya fallado. En ese caso, es probable que te pongas perdida.


Llegado este punto voy a dar un consejo de algo que yo he hecho para llegar a la conclusión de que no conozco nada mi cuerpo: utiliza salvaeslips las primeras veces. Llevarlo te va a aportar tranquilidad. Nada más. Pronto verás que con la copa no hay fallo.


En cuanto a lo de salirse… no sé si es algo que sentía únicamente yo o es algo que a todas que probamos estos aparatillos nos pasa. Yo, desde luego, pensaba que aquello iba a salir disparado de mi cuerpo como las pelotas de pinpong de la vagina de las artistas tailandesas. Nada más lejos de la realidad, de hecho, el problema que puede surgir las primeras veces aparece a la hora de sacarla. Vamos, que se sujeta de forma natural. Aunque la tensión hace que de paso hagas un poco de ejercicio con las paredes de tu vagina, así que míralo por el lado positivo, no hay tensión que por bien no venga.


Finalmente, y para no aburriros, el asunto de cuánto tarda en llenarse una copa. Pues dura mucho. Pero mucho, mucho. Obviamente, cada mujer es un mundo, pero en mi caso, que soy de las que los primeros días no daba abasto con los tampones, con la copa sólo tengo que cambiarla al levantarme, a medio día y a última hora. Si algo bueno tiene esto es que eres totalmente consciente de lo que es realmente la menstruación. No te desangras, como puedes pensar viendo tus compresas de noche. La verdad es que no se sangra tanto –siempre habla en términos generales, que hay mujeres para todo, especialmente si ya han sido mamás…-.


En definitiva, la copa menstrual intimida, rompe nuestros esquemas mentales, nos lleva a pensar en que significa salir de ese falso estado del bienestar construido por los tampones de usar y tirar, pero no es cierto. Quizás no sea lo más adecuado para ti, pero si no lo pruebas nunca lo vas a saber, y quién sabe, a lo mejor descubres que es mucho mejor de lo que habías probado hasta ahora…  


(Texto escrito para el blog de Ruby Cup)
Años complicados
28 jul. 2015
Siempre se ha dicho que después de tocar fondo, lo siguiente es subir. Si es cierto -y creo firmemente que lo es, lo que sucede es que a veces lo que parece el fondo no lo era...- ahora mismo una empresa de guitarras con solera -cuyo nombre no voy a mencionar- está despegando hacia las estrellas, de donde nunca debió bajar.

Muchos os preguntaréis de qué estoy hablando. Yo no sabía nada de ella hasta hace un par de semanas, cuando me incorporé a mi nuevo empleo. Sin embargo, resulta que es una de las empresas de fabricación de guitarras más antigua de España.

Quizás a los más apasionados de la música les venga algún nombre a la mente. No era mi caso.

Pues bien, esta mañana me he acercado con algunos compañeros hasta su fábrica. Unos 8000 m2 de instalaciones, unos mil grados -es lo que tiene hacer estas cosas en pleno julio-, una veintena de trabajadores y un millón de olores. Olores a maderas desconocidas de las zonas más exóticas del Globo, maderas en proceso de secado, maderas serradas, maderas barnizadas. Un millón de olores y cada uno diferente.

Teo, lutier de profesión y nuestro guía personal, siente la fábrica como suya. "Han sido años malos, pero de aquí en adelante va a ir todo mucho mejor, vamos a trabajar duro todos juntos", nos explicaba conteniendo las emociones.

La crisis y antes de la crisis la fabricación a gran escala, la búsqueda de abaratar un producto que no merece ser abaratado, las modas musicales... Este sector se ha visto vapuleado y junto a él sus empleados. Han sido años duros, exacto, pero sus guitarras siguen manteniendo esa esencia tan flamencona, tan española, tan nuestra. Sus manos y las de los suyos manipulan, no, acarician las maderas, las tocan con un erotismo casi sonrojante, para hacer de ellas instrumentos de una belleza indescritible.

(Continúa después de la foto)

Yo no sé tocar la guitarra. Tampoco soy una amante del flamenco. Pero sé lo que es tener pasión por algo, sentir que eso hace que la vida de uno tenga sentido. Para estos lutiers su vida es la guitarra, en singular, como bien supremo, como arte, como forma de vida.

Han sido años complicados, sí, pero ya está. Empieza una nueva etapa.





Un capricho perfecto al estilo de Don Draper
21 jul. 2015
¿Quieres sentirte por unas horas como el director creativo de Sterling Cooper en Mad Men pero sin salir de España? Sólo tienes que acercarte a la capital.

¡Taxi! A la Plaza de las Cortes número 7, a The Westin Palace, Madrid.

Este hotel vigía del Congreso de los Diputados en Madrid es un referente en la capital. Su pequeña escalinata de entrada, que siempre está escoltada por un botones impecablemente vestido, sirve de umbral entre el bullicio del centro madrileño y la calma de uno de los hoteles más lujosos de España.

Pero, ¿qué tiene de especial The Westin Palace, Madrid o el Palace como popularmente es conocido, que le convertiría en el destino elegido por Don Draper para escapada en Madrid? Su aire clásico mezclado con una constante búsqueda por la diferenciación y la excelencia.

Viajar a otra época

Un hall con murales en las paredes, flores frescas en la mesa de centro, huéspedes de todas las nacionalidades y las omnipresentes lámparas de araña. Entrar en el Palace es vivir la contradicción de viajar a 1912 y sentirte más en el siglo XXI que nunca.

De hecho son las 13.30 de un domingo de marzo; estamos en 2014.

Al fondo, tras cruzar el hall que sirvió de improvisado hospital durante la Guerra Civil, se intuye, por su distinta y atrayente luz dorada, el lugar más emblemático del hotel: la cúpula de cristal. A su izquierda, su famoso 1912 Museo Bar que mantiene el estilo años 50 en el que apetece obligado un whisky con hielo para disfrutarlo en la barra charlando con alguno de los camareros. Aunque eso será más tarde.

En la puerta del enorme espacio bajo el techo de cristales dorados y azules, coronado por un enorme rosal –también de cristal-, se puede ver un cartel en el que se lee “Opera & Brunch”.

Cada domingo desde hace algunos años, y adelantándose a la moda de los brunch (mezcla de las palabras inglesas breakfast y lunch, desayuno y almuerzo) que ha llegado a Madrid desde el mundo anglosajón, el Palace ofrece a cualquiera que cruce su hall, un buffet libre de exquisiteces amenizado por un espectáculo de ópera y el acompañamiento de un piano.

Ópera y más

Aún quedan mesas vacías, es pronto, hasta las 14.00 no empezará el concierto. Sin embargo, todo está listo. Los camareros vuelan por la sala rellenando copas con cava mientras los clientes comienzan a acercarse a la zona del buffet para decidir por dónde empezar.

También hay quien ha preferido tomar un café de la cafetería mientras hace tiempo para que empiece la ópera. El Palace anuncia un brunch con ópera, pero no cuenta que cualquiera puede disfrutar del espectáculo sin necesidad de pagar por este curioso menú. “Hay mesas vacías reservadas a quienes quieran comer de la carta o simplemente tomar algo del bar”, comenta Marta Rufo, una de las camareras.

Uno de los cocineros se acerca a la barra con los canapés y el marisco y una mujer le pregunta por uno de estas pequeñas delicatessen. “Son berberechos, es Bloody Mary con berberechos”, contesta sonriente bajo su gorro blanco y continúa colocando todo.

Nada falla. Ni siquiera la luz que entra a través de la cúpula, una bóveda que sirve de altavoz arquitectónico a la soprano Ayelén Mose, quien a las dos en punto comienza a cantar y consigue que momentáneamente se haga el silencio en el edificio. Por algo es el único hotel de cinco estrellas de la capital que luce con orgullo la Q de Calidad Turística, el único distintivo de certificación de servicios turísticos en España.

Un sitio “para dejarse ver”

Sin embargo, no se puede obviar que el restaurante del Palace ha sido y es un lugar para reunirse y “dejarse ver”, como explica Paloma García, responsable de comunicación del hotel, por lo que instantes después los comensales de cada mesa continúan con sus conversaciones.

Se pueden ver familias con niños pequeños, parejas, hombres y mujeres de negocios, estrellas de la tele y alguna que otra turista solitaria… en definitiva, cualquiera que quiere sentirse como Don Draper (aunque sea con los niños a cuestas, no todos pueden dejarlos con una niñera).

Pasan los minutos. O mejor dicho, vuelan, igual que los camareros que no paran de servir bebidas y recoger platos vacíos. Los gazpachos de manzana comienzan a terminarse, el cocinero repone por segunda vez la bandeja de raviolis de calabaza al gorgonzola y nueces. De pronto, tras brindar con todos los asistentes, la cantante da por finalizada su función. Son las 15.30.

Quizás es momento de pensar en acercarse a la mesa de los postres, coronada por una fuente de chocolate, tan de moda. Mouses de chocolate, tarta de tiramisú o torrijas se convierte de pronto en el nuevo centro de atención, previo a los cafés.

Ya va siendo hora de volver al bar. Don Draper se acerca a la barra forrada de cuero, con las luces de cristal verde. –“¿Desea tomar algo?”, pregunta educadamente el camarero más joven. Draper, enfundado en un traje de corte perfecto contesta: –“Sí, tomaré un whisky con hielo”.

Contenido y continente
25 jun. 2015
Llevo un par de meses sin trabajar, o al menos, sin trabajar a cambio de dinero. Cada mañana me levanto con el despertador entre las 8,30 y las 9, miro posibles vacantes de empleo, lanzo algunos currículos y abro el documento llamado 'LIBRO'. Ahí, con decisión, lo que estoy haciendo ahora es escribir un libro. Pero no.

Bloqueo. Estoy en pleno bloqueo. Empecé a escribir un intento de novela hace unos meses, cuando aún tenía trabajo, y a pesar de los horarios y las horas de lecturas en el metro sacaba ratos para echar a andar la historia que estaba naciendo en mi cabeza. Sin embargo, ahora que tengo todo el tiempo del mundo, no consigo escribir. Curioso.

Hay quien me insiste en que tengo que disfrutar de este momento y aprovechar para escribir, que en definitiva "lo que más cuesta es empezar". Eso lo tengo, pero no me concentro. Vale, segundo consejo: "No hagas nada, no te exijas nada, desconecta. Lo más importante es que no pienses más de la cuenta". Anotado. ¿Alguien me explica cómo hacerlo? Otros me aseguran que la clave es tener una rutina, y en eso creo que pocos me ganan, pero aún así tampoco.

Sin embargo, hoy todo ha cambiado. No sé si será que veo un poco de movimiento en el terreno laboral.

No estoy segura si tendrá que ver con una cuestión de actitud. No creo en el karma, ni en el destino, ni nada de eso, pero sí que me repito cada mañana que la vida es una cuestión de actitud. La diferencia, por decirlo de manera sencilla, está en ver el vaso medio lleno o medio vacío.

He pasado épocas en las que mi vaso siempre me parecía estar medio vacío, más cerca de terminarse que de saciar mi sed, pero de repente, una chispita de esperanza hace que todo parezca mejor. Hace que de repente quiera volver a escribir -de hecho esta entrada es un claro ejemplo- y, sobre todo, hace que vea las cosas bellas y optimistas que siempre han estado delante de mis ojos y rechazaba sin darme cuenta.

Esta mañana he visto en mi muro de Facebook este vídeo, parte del discurso de José Mújica en UNASUR 2014:



Este vídeo me ha dado un bofetón de realidad, me ha emocionado, me ha activado, me ha hecho llorar y reír. En definitiva, me ha dado ganas de seguir luchando. ¿Por qué? Porque soy joven y porque, como dice Mújica, la felicidad está en dar contenido a la vida, es decir, convertir la vida en un continente.
Viajar te hace grande
19 may. 2015
Entrar a internet a ver qué se cuece en el mundo, echar un vistazo a la portada de los principales diarios y quedar clavado en una imagen. Esa imagen. Te es familiar. Es un lugar de ensueño pero tú, si tú, tú has estado allí. Eso es viajar.

En mi último post trataba de explicar mis sensaciones y sentimientos respecto a mi último viaje a los campamentos de refugiados de saharauis. Dos semanas después me encuentro sentada en una cafetería con wifi, mirando al mar, leyendo el periódico y viajando de nuevo a un lugar que me hizo perder el aliento: el salar de Uyuni, en Bolivia.

Los que me conozcan saben que soy una pequeña Homero, que hablo de mis viajes como grandes hazañas y vivencias extraordinarias. Cualquiera que me escuche puede pensar que Los viajes de Gulliver son una patochada al lado de lo que yo he vivido con mi mochila al hombro.

Sinceramente, no creo que mis experiencias sean mucho más increíbles que las de cualquier otro amante de los viajes, pero aún así lo son, y eso es lo que perdura en el tiempo.

Si algo he aprendido con los años es que viajar es más que hacer turismo, es empaparse de otras culturas, abrir el corazón a personas totalmente distintas a ti, ponerte al límite en algunos casos y sobre todo, darte cuenta de que tu mundo es mucho más pequeño de lo que crees y que el planeta es mucho más grande de lo que piensas.

No voy a ponerme a explicar mi viaje por Bolivia y Perú con 21 añitos -hace ya unos cuantos-, pero os dejo una foto para que podáis creerme, porque sí, yo estuve en ese maravilloso salar en el altiplano boliviano y eso, amigos, eso me hace grande.


Llorar de nuevo
04 may. 2015
Hace unas horas regresé de los campamentos de refugiados saharauis y tengo miedo de salir a la calle. Tengo miedo de volver a perder las palabras, a sentir una fuerte presión en el pecho, a darme cuenta de lo injusto que es el mundo. En definitiva, tengo miedo de volver a llorar.

Todo comenzó en 2008, cuando por algún motivo que ya no recuerdo descubrí que había refugiados que vivían en la hamada, la parte más inhóspita del desierto argelino y que España era responsable  de ello en parte. Ese año mi interés por este caso aumentó hasta el punto de que me animé a viajar allí, necesitaba conocer a esas personas a las que mi país parecía haber olvidado.

Ese viaje me cambió la vida.

Después de algo más de una semana, cuando regresé no era capaz de expresar con palabras todo lo que había vivido. No podía encontrar calificativos para describir la hospitalidad de esa gente. De repente sólo podía llorar, de pena, de alegría, pero lo único que mi cuerpo me permitía era eso, llorar.

Han pasado los años y mi vinculación con el pueblo saharaui ha aumentado. Ya no son desconocidos, sino que forman parte de esa lista de contactos a los que te apetece escribir para felicitar el año nuevo. Son esas personas que aparecen por tu mente, aunque sea un segundo, y te hacen esbozar una sonrisa.

Hace unas semanas, un grandísimo amigo me propuso para acompañarle y ayudar con la comunicación del Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos FiSahara. Ni lo pensé. Sólo pude gritar un sí tan fuerte que la gente que cruzaba el paso de cebra a la vez que yo no paraba de mirarme.

Volamos a Tinduf el 28 de abril. Ese mismo martes nos trasladamos con los casi 200 visitantes hasta Dajla, casi en la frontera de Argelia con Mauritania. Nos ubicamos con la increíble familia de Maimaja, dormimos unas pocas horas y nos pusimos a manos a la obra.

Han sido cinco días de locos en los que han surgido todo tipo de problemas logísticos, como no podía ser de otra manera -he de recordar que estábamos trabajando en un campamento de refugiados-. Sin embargo, y esa es la magia del pueblo saharaui, es que gracias a su ritmo pausado, por no decir inexistente, consiguen soluciones. Gracias a los saharauis que estaban allí para ayudarnos -aunque ahora ya podría decir que nosotros hemos sido quienes hemos echado una mano, porque sin ellos habría sido imposible-, hemos vivido un festival de cine y mucho más en pleno desierto del Sáhara.

Este viaje no ha sido como aquel de hace siete años. Esta vez ya sabía lo que había, he ido con ganas de trabajar y con ilusión por volver a convivir con nuestros hermanos saharauis. Quizás he echado en falta tener un poco más de tiempo para estar con ellos, tomar té, charlar sobre la vida y esas cosas que se hacen cuando el calor no te deja salir de la jaima y no tienes nada más que hacer, porque, no os olvidéis, ellos viven en un campamento de refugiados.

Sin embargo, el domingo, después de un viaje agotador para ver el muro que Marruecos construyó para alejar a los saharauis de su mar y antes de volver al aeropuerto, tuvimos unas horas 'libres' en las que volví a vivir ese Sáhara que ya conocía, pero que viviendo en occidente a veces cuesta recordar.

En esas horas volví a aislarme de todo y de todos. Volví a filosofar sobre el mundo, a criticar el orden establecido, a recordar buenos momentos, olvidar el whatsapp, las duchas y Facebook y a maravillarme por la capacidad de esas personas para ser felices.

Ayer volví a sentirme otra vez una completa idiota y hoy me da miedo salir a la calle, ver lo que somos por aquí y llorar de nuevo.
Historias muy humanas en un mundo cada vez más inhumano
14 abr. 2015
Vivimos en un mundo cada vez menos humano, pero por suerte a veces somos testigos de historias muy humanas. Tan humanas que no deberían enternecernos y sin embargo lo hacen.


Ayer llegó un email a la oficina de un lector del principal periódico del grupo en el que estoy trabajando ahora. No se trata de un hecho aislado ni mucho menos. Todos los días los recibimos. Pero el de ayer era especial.


El remitente nos contaba que era un fiel comprador del diario, todos los días se hace con un ejemplar y termina entreteniéndose con su crucigrama. Pues bien, este querido lector se quejaba de que uno de estos últimos días no había podido comprar el periódico y por ese motivo no tenía el resultado del crucigrama del día anterior. Necesitaba ese ejemplar, necesitaba completar su crucigrama.


La compañera que leyó el mail no pudo por menos que leérnoslo en voz alta. Todos comentamos lo entrañable de la cuestión. Es más, tanto enterneció a los presentes que el asunto del mail ha llegado a traspasar los muros de la oficina, ha llegado a oídos de nuestros grupos de amigos y familiares. Y todas las reacciones son iguales: todo el mundo quiere que este adorable lector reciba su periódico perdido.


Llegado este punto, habrá quienes penséis que somos un poco sensibleros de más (o gilipollas, como prefieras), o que estamos demasiado aburridos y este tipo de cosas son las que nos alegran los días de trabajo. Puede ser la primera opción, quizás lo sea la segunda, o pueden ser ambas –también puede no ser ninguna-. Pero lo cierto es que esta pequeña historia ha conseguido sacar nuestro lado más humano, recordar que disfrutar de los pequeños placeres es algo que está al alcance de todos pero muy pocos lo hacemos.


Este tipo de ‘microrelato’ ha hecho que por un momento olvide los temas frustrantes de los que suelo hablar en este blog. Ha logrado que deje de lado el hater que hay en mí. Ha hecho que me siente a escribir con una sonrisa. Y eso no es algo que pase a menudo.



Así que, querido lector frustrado, desde aquí haremos todo lo que esté en nuestra mano para que puedas terminar tu crucigrama, sobre todo porque gracias a tu historia nuestro lunes fue mucho más humano. 

Día de la mujer superviviente
12 mar. 2015
El sábado fue el Día Internacional de la Mujer (o el Día de la Mujer Trabajadora, que viene a ser lo mismo) y de repente me vi preguntando a mis padres por qué razón tenía que seguir demostrando todos los días que soy una profesional, tan buena o más que los hombres que me rodean.

Hasta hace poco sentía que el machismo en el entorno laboral era algo que a mi ya no me tocaba. Durante mis años de formación había estado siempre codo con codo con chicos y nunca me había sentido inferior o puesta en duda. Al contrario, siempre me he sentido valorada y respetada.

Sin embargo, ahora que he entrado de lleno al mundo laboral, me doy cuenta de que como mujer, tengo que estar todo el día cantando mi currículo vitae para que mi interlocutor sea capaz de comprender mi grado de preparación.

Lo cierto es que aún sigue poniéndose en duda, continuamente, la capacidad de las mujeres en según que puestos de trabajo. Algo que no ocurre con los hombres. Si un hombre desempeña un trabajo, está socialmente aceptado que es porque está preparado para ello. Lo mismo sucede si una mujer dice que es ama de casa, se entiende que se le va a dar bien. ¿Qué pasaría si fuera al revés? ¿Si una mujer trabaja y su pareja cuida del hogar? Locurón: él es un calzonazos y ella se equivoca por no centrarse en su familia. ¿No?

Quiero pensar que todo esto irá cambiando poco a poco, que esas ideas absurdas de la preparación innata de hombres o mujeres para determinadas labores terminarán desapareciendo, pero no será ya, sobre todo porque muchos/as ya creen que hemos alcanzado la igualdad.

Yo misma lo pensaba hasta hace muy poco. Pero no, no es así, seguimos batallando por los mismos derechos (y obligaciones) dentro de una sociedad profundamente patriarcal y machista, que ve a las mujeres como seres sensibles y llorones, que se rigen más por emociones que otra cosa. Obviamente, nada de lo anterior es cierto, o al menos, no para todas. Yo no soy así. Mi madre, que es ama de casa, tampoco lo es. Mi abuela que fue... todo, tampoco.

Lo más curioso es que a lo largo de la historia, las mujeres han sido las que, en tiempos de guerra, se han arremangado para hacer lo que ningún hombre hacía: cuidar enfermos, preparar material bélico, organizar alimentos... Todo eso sin perder los modales, sin desmoronarse por el riesgo que corrían sus familias, sin quejarse por no tener nada que comer.

La mujer es la gran superviviente de la historia. Ella creó la que llaman "la profesión más antigua del mundo", se prostituyó para sobrevivir, dejó la dignidad de lado por unas monedas y nunca juzgó a la bestia que compraba su cuerpo. No se vengó.

Quizás ya ha llegado el momento de dar la vuelta a la tortilla, de dejar de excusarnos y "comprender" ciertas actitudes profundamente machistas que la sociedad tolera, de denunciar y de exalzar nuestra dignidad, que ya va siendo hora.